Hoy os traemos la historia de un parto de una asesora del Grupo Regazo. Una historia de las que hacen que nos emocionemos y nos pongamos en la piel de la mamá.
Esperamos que os guste.
Autores
Carmen M. Cárdenas de Cos, Rocío Esperanza García Galán, María Isabel Espinosa Rosso
Centro/institución
Hospital Puerta del Mar
Ciudad/país
Cádiz, España
Dirección e-mail
tumatronajerez@gmail.com
La Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) considera el parto de bebé sano como un resultado de una correcta asistencia al mismo¹. El objetivo de esta asistencia es garantizar el bienestar de la madre y el hijo. Sin embargo hay circunstancias que hacen que el parto sea extra hospitalario: el parto precipitado, considerado éste como aquel que dura menos de tres horas desde el inicio de las contracciones². La agitación emocional en la parturienta es una de las causas que hacen difícil el manejo del parto precipitado extrahospitalario, ya que la mujer pierde el control cuando toma consciencia de la rapidez de su parto. Algunas veces se sienten decepcionadas por su expectativa del proceso de parto al ser ésta contrariada por un parto precipitado.
Otra de las preocupaciones de la parturienta en estos partos es ver truncadas sus expectativas en cuanto al manejo farmacológico del dolor, ya que al producirse el nacimiento en el coche o en casa, no tiene acceso a medicación para el alivio del dolor.
La falta de conocimientos sanitarios necesarios o no haber presenciado jamás un nacimiento hace que aumente el estrés y la agitación tanto en la mujer como en la persona que le acompaña, es importante en estos casos que se sepa conducir la situación hacia la tranquilidad, para el mejor manejo de la misma.
El texto que a continuación se relata detalla la experiencia de un parto precipitado de una matrona, una vivencia de cómo un profesional sanitario, a pesar de ser en sí mismo el propio paciente, controla esa agitación emocional y actúa de manera correcta según
las recomendaciones de la SEGO² y como su acompañante hace de soporte imprescindible aun sin tener conocimientos sanitarios manteniendo el control de la situación.
Narrativa clínica
_¡Mami, ya es de día! ¡Levántate!_ Gritó Dani, como cada mañana. El despertador marcaba las 10.
Llené el pecho de aire, contuve un segundo, para volver a expirar por la nariz. Me levanté, ya pesada a mis 39 semanas y media. Al abrir la ventana la cálida brisa de la primavera acarició mi rostro, sonreí. Había pasado toda la noche con contracciones, pero las había percibido de forma agradable. El Dr. Escudero me había preparado con su método: la noesiterapia, para que no sintiera el dolor de las contracciones. Había tenido un parto anterior y con mis conocimientos tras cinco años como matrona sabía perfectamente distinguir entre la fase previa y la fase de trabajo de parto.
Me vestí e Isaías se levantó. Tenía el pelo revuelto.
_Buenos días, preciosa_ así me saludaba todas las mañanas_ ¿Qué plan tenemos? ¿Te apetece dar un paseo a la playa? ¿Por qué no se lo dices a tu amiga?
Ya estábamos cargando el coche con la silla de paseo de Dani, y noté una contracción. Fue fuerte, sentí como un cinturón apretándome y tuve que parar sujetándome al parabrisas trasero.
_ No vamos_ dije cuando dejé de notar la presión en mi abdomen. Dentro de mí la pequeña Marina se estremeció._ No preguntes porqué, mi cuerpo me está diciendo que no puedo ir a la playa hoy. Es una sensación que tengo. Llamaré a Lourdes y le diré que vayamos a tomar algo al centro.
Y eso fue lo que hicimos.
La Plaza del Arenal parecía una feria, había una gran manifestación de la plataforma 15S, y ya dándole de comer a Daniel empecé a sentir contracciones más seguidas. No eran dolorosas, pero mientras Isaías hablaba con Rubén y Lourdes de cosas que hablan los profesores de educación física, yo miraba el reloj del móvil e iba contando: cada cinco minutos, cada dos…Marina se movía alegre, bailando con cada apretón.
Le dije a mi marido que nos fuéramos a casa, por si eran más seguidas irnos al hospital.
Las contracciones se sucedían cada minuto, y tuve claro que iríamos a casa. De ahí iríamos al Hospital. Llamaría a mi padre para que lo recogiera y…uff otra más. Respiraba y mantenía mi boca húmeda, como me enseño el doctor. “Todo mi cuerpo esta anestesiado. Estoy tranquila…” me repetía mentalmente. Marina estaba como loca dando patadas, quizá diciéndome que ya era su día, que estaba lista para nacer.
Por el camino hasta el coche cada minuto paraba a apoyarme en un coche para mantener la concentración. Sonreía. El momento estaba cerca. A Lourdes le parecía muy divertido, me decía entre carcajadas que si se me había parado el coche. Incluso me tomó una foto con su móvil.
Cuando llegamos a casa, puse en la entrada el bolso del parto y el de Dani. Mientras Isaías iba al baño,
Me tumbé en la cama. Me exploré. Cuello del útero posterior, largo. No estaba aún de parto. Pregunté qué turno de matronas tenía en el hospital a través del grupo de whatsApp. Les dije que iría para allá en un rato.
_ Mmmmm…
_Mami, ¿qué te pasa, estás malita?
_No cariño, es que la bebé ya quiere salir.
Sin decir nada se tumbó a mi lado y me acariciaba la cara y la barriga. Cerré los ojos al minuto esperando la siguiente contracción… y nada ocurrió. Mi cuerpo se relajó, me dejaba llevar por el sueño, y las contracciones empezaron a venir a los cinco, a los quince, a los treinta minutos… y desperté.
Las ocho de la tarde. Dani dormía a mi lado.
“Llevo dos horas durmiendo” Marina se retorció dentro de mí. Las contracciones habían pasado a ser muy espaciadas, como las había notado los últimos días.
Decidí sentarme delante del ordenador para terminar el último ejercicio del máster de lactancia materna que estaba cursando. Prefería acabarlo por si me ponía de parto esa noche.
Mientras escribía en el ordenador iba teniendo contracciones cada quince o veinte minutos, respiraba, llenaba mi boca de saliva, sentía a mi niña, escuchaba a mi hijo en el salón…
Me bañé con Dani, le dí su cena favorita, y tras lavarle los dientes, como cada noche nos fuimos a la cama y le conté su cuento favorito “El Laberinto”. Me pidió el pecho y como cada noche se lo di un rato antes de dormirse profundamente.
Cené mientras veíamos la televisión. Acostada de lado en el sofá, comencé a sentir de nuevo esa sensación, mi abdomen duro como si abrazara a mi bebé, y al mismo tiempo el calambre que iba hacia mi espalda. Cuantas veces había visto esas barrigas, duras, brillantes, en los paritorios. Ahora me tocaba cambiar de papel. Ahora era yo la paciente, la que esperaba, la que sentía.
Isaías me miraba y sonreía. Sabía que estaba preparada, que lo llevaría bien, como lo llevé con Dani.
Iba a salir del baño, con el pomo en la mano, cuando sentí una contracción muy fuerte, un gemido salió de mi garganta y un “pop” de algo que explotaba en mi interior. Tuve tiempo justo para sentarme en el váter y sentir como si me orinase encima sin poder controlarlo.
“Es la bolsa, no te preocupes. Líquido claro” comprobé. 2:35 de la madrugada. Le dije a Isaías que llamara a mis padres para que se quedasen con Dani. Oía hablar a Isaías mientras me exploraba: Cuello aun posterior, 2 centímetros, borrado, sobre estrecho superior. “Todo bien, tenemos tiempo” me dije. Isaías traía mi escuchador de bebés, que usaba para las visitas domiciliarias en gestantes de alto riesgo, para el control del bienestar del bebé.
_ La frecuencia de Marina es perfecta, 145 latidos por minuto_ le dije sonriendo_ trae mi ropa la deje esta tarde sobre la mecedora.
Me levante del váter, para alcanzar una compresa y una braga limpia del mueble bajo el lavabo y mi cuerpo se estremeció con la siguiente contracción. Un grito ahogado salió de lo más profundo de mi cuerpo, un grito de sobreesfuerzo y así me quedé agarrada del lavabo, hincada de rodillas. Abrí la puerta del mueble y de nuevo “mi útero está anestesiado, mi bebé está bien, vamos hacerlo bien. Todo saldrá bien” pensaba pero de mi boca solo salió un grito atronador, recordé ese grito, un grito de esfuerzo, un grito que en el paritorio todos corran, el grito que hacen las mujeres sin epidural cuando están empujado a glotis abierta, indica que el parto es inminente.
“Oh Dios mío” pensé o dije en voz alta mientras me exploraba y comprobaba como la cabeza de mi bebé estaba colocada en un tercer plano. La dilatación era completa. No sé cuántas imágenes pasaron por mi mente en ese segundo. El segundo en el que tomé consciencia. Pasaron por mi mente muchas imágenes de las que había vivido en el hospital: Desprendimientos de placenta, niños que necesitaban reanimación, que nacían
en parada cardiorrespiratoria, hemorragias postparto, inversiones uterinas…mis pensamientos volaban.
_¡Isaías, ven por favor!¡Te necesito aquí!¡ Poor favooor!_
_ Estoy vistiéndome y buscando tu ropa, no la encuentro_
_Isaías por favor, estoy pariendo aquí, deja eso ya, estoy pariendo aquí, oh no Dios mío, voy a parir aquí _lloraba como una niña_ Isaías perdóname, no puedo moverme…¡aaarrrgh!
_ Tranquilízate cariño, explícame donde esa la ropa porque no la encuentro.
_ ¡No lo entiendes! ¡Es verdad, estoy pariendo, voy a parir aquí, no te enteras!_ le grité_ dame la mano, dame la mano que le vas a tocar la cabeza.
Isaías se agachó. Yo continuaba de rodillas, y le extendí mi mano entre mis piernas, que temblaban.
_ ¡No!_ exclamó rotundo_ No hace falta, le veo la coronilla.
Así era. Cuarto plano de Hedge, coronando la cabeza.
_ Chiqui intenta relajarte. Céntrate. Esto va a ser aquí. Lo haremos lo mejor que podamos. Dime todo lo que tengo que hacer.
“Marina, va a ser aquí. Marina, será ahora. Lo haremos juntas. Podemos hacerlo juntas”. Sentí como se abrían mis caderas, como mi periné se estiraba hasta límites que no conocía.
“Me voy a desgarrar” dije mientras intentaba proteger mi periné con la mano desde detrás, en cuadrupedia.
La salida de la cabeza fue muy lenta y con un suave pujo noté salir el hombro anterior mientras decía a mi pareja que la cogiera, que no se cayera. La sentí salir y me sentí madre, salvaje, animal. Grité de alegría, de emoción, reía lloraba. Isaías me la pasó entre mis piernas y allí, en el suelo cubierto de toallas de lavabo, la sequé, la estimulé para que llorara, ese primer minuto de APGAR en el que rompe a llorar se me antojó el más largo de mi vida, y por fin oí ese llanto que me sonó a ángeles cantando. Controlé el latido cardiaco, y enseguida quise ponerla al pecho, que agarró enseguida.
Sonó el timbre. Eran mis padres.
Mi madre rompió a llorar. No esperaba esa escena. Su hija, la pequeña, de rodillas en el suelo, sostenía a un bebé lleno aún de líquido y vérmix, toallas llenas de líquido y sangre por el suelo, el cordón umbilical que aun latía colgando de su vagina…Era demasiado impactante para ella. Mi padre fue a comprobar que Dani continuaba en su cama, dormido profundamente.
_Trae las pinzas de cerrar las bolsas de patatas fritas, hay un paquete nuevo en un cajón de la cocina, y las tijeras de cocina también, ya puedo cortar el cordón. Tú la sostendrás mientras me ayudo a expulsar la placenta_ dije decidida_ tráeme además una aguja y una jeringa que guardo en el bolso de hacer mis guardias. Tengo que sacar sangre al cordón cuando lo corte. Mi grupo es Rh negativo. De lo contrario tendrán que sacar sangre a Marina cuando vayamos al hospital.
Continuamente masajeaba y comprobaba el estado del útero, el sangrado…hasta que sentí que venía la placenta, que recogí despacio con una manopla de baño. Estaba íntegra. Pedí mi espejo de tocador y gasas. Periné íntegro. Útero contraído: todo va bien.
Oí la ambulancia que mi padre había avisado. Caras de sorpresa al entrar.
_¡Pero bueno, si ya está todo hecho! ¿Eres médico? _ Me preguntó el enfermero.
_ No, soy matrona.
_¿Pero has parido aquí queriendo?
_ Fue un parto precipitado_ suspiré.
Me sentía llena de energía, loba, salvaje, el instinto me llenaba.
Vi las caras de las compañeras a las que había avisado esa misma tarde al llegar al hospital. Sonreían. Sonreí.
Apreté la mano de Isaías: mi marido, mi pareja, mi compañero, mi amante, y también ahora mi matrona, aunque su profesión sea docente. Me sentí más enamorada que nunca. Preparada para la siguiente aventura junto a él. El parto vivido de forma animal. Feliz.
Conclusiones
El papel jugado por la matrona en el parto extra hospitalario es crucial para prevenir las complicaciones más frecuentes del parto precipitado, la preparación de un ambiente limpio para el parto, (cubriendo de toallas limpias el suelo y preparando toallas limpias para recoger al bebé), la salida suave de la cabeza y hombro anterior para evitar desgarros perineales, secado y estimulación del recién nacido, agarre precoz al pecho para facilitar el desprendimiento de la placenta y prevenir hemorragias, así como facilitar la oxigenación del bebé y la hipotermia, masaje de Credé en el fondo uterino para evitar atonías, pinzamiento tardío de cordón, revisión para comprobar la integridad placentaria previniendo infecciones puerperales, extracción de sangre para el análisis del grupo sanguíneo fetal.
El caso narrado tiene la particularidad de que la matrona era a su vez la parturienta, pero con esos procesos tan integrados que actúa de manera automática, controlando la situación hasta que acude el dispositivo de emergencias, y nos hace ver que una preparación y formación en estos aspectos hace que hagamos un mejor manejo de estas situaciones. Estos conocimientos en partos extra hospitalarios son tan esenciales que deberían ser integrados en la formación no sólo de los equipos de atención de urgencias y emergencias, sino también en las clases de educación maternal, en la que se hiciera hincapié en el papel de la pareja como guía emocional y del mismo modo aportarle un algoritmo sencillo de recordar sobre la actuación en estos casos mientras llega la ayuda sanitaria.
Bibliografía
1. SEGO. Protocolos de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia. Recomendaciones sobre la Asistencia al Parto, Madrid: SEGO; 2013.
2. Generalitat de Catalunya. Departamento de Salud. Protocolo de asistencia al parto y al Puerperio y de atención al recién nacido. Barcelona: Dirección General de Salud Pública. Primera edición; 2003.